EL ERMITAÑO

“Era una persona que había leído textos sagrados tanto de Oriente como de Occidente, asistido a conferencias y seminarios orientados a la transformación interior,

seguido diferentes vías religiosas y vivido con guías espirituales.

Pero a pesar de ello seguía buscando la paz interior. Su corazón estaba lleno de insatisfacción.

¿Qué era aquello que debía comprender y se le escapaba?

Dejó familia, trabajo, abandonó su país y se fue a viajar por Oriente en busca de un hombre sabio. Un día llegó a una remota localidad con el ánimo perturbado. Preguntó si había algún maestro espiritual. Le contestaron que no. Sin embargo, le hablaron de un extraño ermitaño que moraba en una colina cercana. Decidió ir a verle y comenzó a ascender. De pronto, mientras subía, vio que el ermitaño descendía. Cuando lo tuvo muy cerca y se disponía a preguntarle cómo se conseguía la paz interior, el ermitaño depositó en el suelo un gran fardo que cargaba sobre su frágil espalda. Se hizo un silencio absoluto, sobrecogedor, a la vez que el anciano clavaba su mirada despejada en el joven que ascendía hacia la cumbre. ¡Qué mirada tan expresiva, tan intensa, llena de sentimientos!

Fueron unos instantes, pero parecía que el tiempo se había detenido.

Luego el ermitaño cogió el saco, lo cargó sobre su espalda y prosiguió el camino.

De inmediato, el joven obtuvo una comprensión profunda que le permitía cambiar su mente: había que dejar el fardo – la mente vieja, adoctrinada, llena de perjuicios, códigos e inseguridades – para que surgiera la mente nueva y reveladora”

 

(Cuento del libro “Tu manera de ver la vida” autor Tomás Linares)